lunes, 10 de diciembre de 2012

Café, próximos planes.

Proximos planes. El siguiente año.

Cartel


Los ojos se hacen los ciegos, las bocas callan, las mentes se sumen en los televisores y dejamos de pensar, ¿tal vez sea cierto que la ignorancia nos hace felices?

Tal vez el no ver, no escuchar, no sentir y vivir en corazas, nos haga menos daño. Pero la realidad no cambia, no cambia porque uno se tape los ojos y calle silenciosamente. Las personas seguirán en la calle, así desviemos la mirada, así se les regale un pan y la conciencia trate de respirar un poco. Todo sigue allí, aunque la gente construya murallas para no sentir. Mirar es difícil, reconocer que uno hace parte de la responsabilidad de lo que pasa, lo es aún más.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Autorretrato digital



Nunca me han gustado las autobiografías o autorretratos, lo siento como egocéntrico –si es que uno no lo es ya- o redundante. En relación que lo que uno hace siempre tiene una parte de uno mismo, una parte intima que me camufla entre los retazos de palabras, en el trazo de un dibujo. Hablar de uno mismo es aburridor, es más interesante si se encuentra escondido en un personaje de ficción o en un lunar mal formado que ocultamos. Esa visión superior, o inferior en el caso de los menos afortunados, de nosotros mismos. Esa idealización de nuestro ser o el ser que queremos llegar a ser y mostrar al mundo, nos proyectamos como queremos que otros nos miren, algo de lo que nos habla Zuleta antes del a creación digital, de esa visión que tenemos de nostros y deseamos proyectar, una imagen quizás ideal o anhelada.

¿Seremos seres en extremo vanidosos? Actuamos con misericordia cuando hablamos de los logros, resaltar tal vez los errores es necesario, mostrar que somos humanos, y luego sonreír cordialmente cuando admiran ciertas habilidades.  Nosotros controlamos esa imagen, proyectamos lo que queremos que miren los otros –no digo que actuemos todo el tiempo, en ciertas ocasiones, con personas que se ganan el espacio, nos mostramos sin tapujos- pero hay siempre un cierto control, sobre cómo actuar, que decir, cómo decirlo y así creamos una imagen.

Por su parte Slavoj Zizek,  nos habla de la mirada y de la imagen. Siendo la mirada interna una idealización como integralidad de la imagen que conforma nuestro yo. Esta mirada vista desde un extremo como algo patológico. La visión de un yo perfecto, sin errores y el control que este necesita para serlo.
No somos seres inocentes, no en su mayoría. Controlamos las cosas, sabemos que imagen proyectar y cómo hacerlo. Como otras veces, no planeamos las cosas y resultan mejor de lo planeado. 

lunes, 29 de octubre de 2012

Acá les dejo el link del cuenta cuentos, un abre boca -espero- y parte de mi niñez..


http://www.youtube.com/watch?v=GyPOMez9a8k


Narración, tradición oral y medios.


La narración no es igual a lo que era antes, las tradiciones cambian, los modos de comunicarnos cambian. Antes se guardaba un espacio en una mesa, una hora o dos a escuchar los relatos de los viejos. No se puede generalizar, no es que haya dejado de existir, cada vez que nos tomamos un café, hablamos con un amigo, contamos una historia, colocamos en práctica nuestra tradición oral. Contamos micro relatos, en su  mayoría sin mucha cohesión; hablamos de esto y de lo otro y a veces no llegamos a alguna conclusión. Pero lo ponemos en práctica. Hace poco me topé con un suceso extraño y magnifico. Un niño al cual para dormir exige para dormir tres cosas, entre esas que le narren un cuento, que muchas veces es inventado.

La situación me pareció  bastante curiosa, porque no sólo se necesita de una pequeña cabecita capaz de mantener la atención un tiempo, sino de una boca pegada a otra cabeza que pueda articular colores a sus palabras. La capacidad de imaginación se agranda, cada noche es un cuento, a la semana son siete y en un año son más de 365 historias que se le han creado y han pintado en su cabeza. Yo crecí con El cuenta cuentos, (The Storyteller) una creación de Jim Henson en 1987, que abarcaba mitos alemanes, rusos y griegos, aunque era una serie de televisión recogía mucho de los recursos de tradición oral y eso me encantaba, era ver a un viejo al lado de una chimenea contándome historias que se iba a animando.

Esto fue una de las primeras cosas que me acordé cuando leí El narrador de Walter Benjamin. Es cierto que la imprenta cambio muchísimo las formas de tradición oral de la misma forma en la que la red ahora cambia las formas en las que nos comunicamos y narramos las cosas.  Si bien es cierto que hay un narrador perdido, no creo que la sabiduría se vaya a extinguir, son nueva maneras de comprender el mundo, nuevas inteligencias, decir que una es mejor que otra nos llevaría a un juicio moralista. Y no es que quiera ser partidaria de una cierta mediación, yo tambien amo los libros más que a los PDF,  animaciones o libros potenciados. Pero también tengo parte de una niña por dentro que le encanta ver cómo se conecta el mundo en un sólo click.

También tengo en cuenta que los textos leídos ahora, son lecturas en su mayoría superficiales que nos van condicionando la forma en la que entendemos las cosas, nos aburrimos con textos largos y complicados y desarrollamos una rapidez para procesar información.

El hecho es poder complementar las cosas, que tengamos un narrador adentro, que sigan  vivos y también llegar a las nuevas generaciones desde medios más didácticos. Usar esta “no-cosa” de la que nos habla Flusser, que es la información intangible, que nos permite ser un jugador de sensaciones y experiencias. Pero sin volvernos entes programados que sólo usamos las yemas de nuestros dedos para teclear  y entrar a este mundo virtual. Se trata de encontrar nuevos caminos pero no desconectarnos de este. 

viernes, 7 de septiembre de 2012

Entre las letras y las animaciones



Yo he sido muy terca, sobre todo cuando se trata de mi pasión por los libros. Siempre he tenido la idea romántica de que las personas apaguen los televisores y abran un libro, que busquen las puertas a otro mundo, que encuentren un compañero entre tanta soledad, que se enamoren de ellos, de su olor ha guardado, a historia, a escapes, como fueron y son los libros para mí. Pero debo admitir que, aunque la idea me parece hermosa, utópica, no puedo ser tan terca con las nuevas generaciones (yo creo que nací en otra generación, en una equivocada) que tienen tanta facilidades en las nuevas tecnologías, tratar de volver meramente a los libros puede resultar una idea algo retrograda. Al final de pensarlo tanto llegué a lo conclusión de que no se trata de tratar de ajustar a los niños y jóvenes de ahora a mis ideas románticas del pasado, sino adaptar mis ideas y pensamientos que tengo a las exigencias de un mundo tecnológico en el presente.

Creo que por eso hay tanta afinidad con el cortometraje The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore (2011) de William Joyce, que nos muestra el mundo que nos puede abrir los libros y la necesidad que tienen para vivir si son leídos. El viaje dentro del huracán, la llegada a otro mundo, o al mismo pero de manera gris, entre tantos papeles perdidos, buscando retomar sus historias. Me recuerda el viaje en Mago de Oz y la necesidad del viaje. El protagonista, un  Buster Keaton  animado, descubre la vida hecha letras que conservan los libros y de descubre a sí mismo en un mundo donde no nada tiene sentido, pero no lo necesita, donde Humpty Dumpty lo guía a un lugar donde los libros toman vida.
Hay una conexión entre el huracán y el Huracán de Katrina, pues hace parte de la inspiración que uso Joyce, recordando que después del acontecimiento, veía una gran masa gris formada por  las hojas arrancadas de los libros. La falta de un espacio íntimo que no tenían las personas después de la destrucción de sus hogares, y como un libro podía desplazar las barreras físicas y darles ese espacio. Nos recuerda que los libros nos dan vida, como un autor puede hacerse inmortal por medio de las letras y como nosotros los mantenemos vivos a ellos.

Como tal el corto muestra la conexión necesaria entre esos dos mundos, los libros y las necesidades tecnológicas. Que lograron, junto con Moonbot, hacer una relación cercana de los eBooks con la animación, con la aplicación interactiva para iPad, que es como tener un pop- up book digital. La aplicación tuvo una calificación muy buena por parte del  New York Times, sugiriendo el nacimiento de un género nuevo –moviebook–, ya que es “una narración, parte película, parte libro”.

Vivimos en un mundo muy apegado a la imagen, las animaciones resultan muy atrayentes; el juego, los colores, la posibilidad de la interacción que se abre con el libro, cosa que antes no teníamos tan cercanas, como máximo accedíamos a los libros pop-up, que siguen llamándome mucho la atención, no puedo evitar tocarlos, mirar los detalles, correr las flechas para ver que parte se mueve o que parte sale del libro cuando lo abro. Me resultaba maravilloso y no paro de mirarlos cuando me los encuentro. Así mismo hubiera sucedido si tenía la posibilidad de acceder a la interacción con los libros de la manera que podemos ahora, de creerme un co-autor. Sin embargo hay libros que los creo tan míos con del autor, como Mi planta de naranja lima de José Mauro de Vasconcelos, que me lo leí siendo muy pequeña, y lo vuelvo a leer cada vez que puedo, incluso lo tengo en mi lista de lecturas próximas.

Esta facilidad de interacción nos abre muchas posibilidades que deben ser aprovechadas, que resultan creativas y que, sinceramente, llaman mucho más la atención a las nuevas generaciones. Yo sigo amando mis libros, pasar la hoja y olerlos. Pero no es algo que inspire a muchos. Uno mira que los textos son cada vez más cortos, el aburrimiento aparece cada vez más rápido con textos largos y resulta denso, para alguien que no tiene el hábito de leer, 300 o 400 páginas. Por eso estos nuevas animaciones y aplicaciones abren otra forma de leer, otra forma de interactuar con el texto, otra forma de vivir las letras.


http://www.youtube.com/watch?v=0wSXJN5dfN0

lunes, 3 de septiembre de 2012

Dicotomía incruenta





Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.

Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.

Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.


Oliverio Girondo